Vallejo: "El que esté comprometido con la causa humana que esterilice gente"

¿Qué opinión le merece la literatura latinoamericana actual? ¿Qué autores nuevos le parecen más interesantes?

Desde que empecé a escribir, hace unos 25 años, no leo literatura. En todos esos años he leído infinidad de libros de biología, medicina, física e historia de la Iglesia, pero ninguna novela. Alguna he hojeado, de los autores más conocidos de hoy día y de mi idioma, y me doy cuenta de que simplemente no saben escribir. Ni se les ha pasado por la cabeza que existe un idioma literario común para toda la lengua española y uno coloquial que cambia según los diferentes países y regiones del idioma. En estas versiones habladas y locales del español, que cada día que pasa son más pobres e inexpresivas, es en lo que escriben los autores menores de 50 años. El idioma literario no lo conocen, su vocabulario y su sintaxis son paupérrimos, están jodidos. Por lo demás la situación general del español es desastrosa: esto se volvió un adefesio anglizado (sic).



Usted renunció a la nacionalidad colombiana. ¿Aún guarda algún vínculo sentimental con Colombia, o ya ha rechazado dichos vínculos de plano?

Colombia es una mala patria que me ha atropellado cuantas veces ha podido. Pues no le pienso dar la oportunidad de que me atropelle ni una más. Claro que a cientos de miles los ha asesinado y a mí no y por eso te estoy contestando tus preguntas. Y a decenas de miles los ha secuestrado y a dos o tres millones los ha desplazado. Pero yo no voy a a hablar por ellos porque no soy vocero de nadie, ni de vivos ni de muertos. Sólo hablo por mí mismo. Colombia es un desastre, una sociedad inviable, una infamia de país.

En sus novelas usted ha mostrado la violenta realidad que se vive en su país de origen. ¿Qué opina usted del papel de la literatura, en particular la colombiana, como vehículo para mostrar las injusticias sociales?

A mí las injusticias que me duelen son las cometidas por el hombre con los pobres animales. Por ejemplo con las vacas que acuchillan en los mataderos para que nos las comamos o con los perros callejeros que electrocutan en los antirrábicos para resolver, según sus esbirros, que a lo mejor hasta son unos buenos cristianos, un problema de salud pública. En cuanto a los pobres de Colombia, de Latinoamérica, de Africa, del mundo, si siguen engendrando y pariendo que se jodan. Quitando los pobres que quieren a los animales, y a los que a mi vez quiero y respeto, por la pobrería en su conjunto siento una animadversión insuperable. ¡Qué plaga para el planeta, qué roña, qué horda proliferante!

¿A qué autores peruanos admira más? ¿Qué opinión tiene de los nuevos autores peruanos reconocidos internacionalmente (Santiago Roncagliolo, por ejemplo)?

No los conozco. En cuanto a mi admiración es la que siento por los músicos y no por los escritores: por Gluck, Mozart, Debussy, Mahler… Y por José Alfredo Jiménez, el sol de México.

¿Qué papel cree le toca a la literatura en la coyuntura social y política que vive actualmente Latinoamérica? ¿Cree que sigue vigente aquello de la 'literatura comprometida'?

Eso (de la literatura comprometida) fue una marihuanada de Sartre. Y Latinoamérica es un continente perdido. Como África. El que esté comprometido con la causa humana, que esterilice gente. Matarlos no. Eso sí no. Que sigan arrastrando sus miserables vidas, pero sin atropellar a los animales.

¿Qué conoce sobre la Feria del Libro que se realiza en Lima, de la cual usted es uno de los invitados estelares?

He ido a muy pocas ferias de libros, casi no salgo de mi casa. En el Perú sí he estado, dos veces, de joven.

¿Qué consejo le daría usted a un escritor joven que desee abrirse paso en el mundo de la Literatura?

La gente no quiere consejos: quiere plata. Y la poca que tengo es para los pobres animales: para esterilizar perros callejeros de suerte que no produzcan más infelicidad en este planeta desventurado, que con la que ya hay de sobra.

PREGUNTA. En El desbarrancadero habla de Internet como una epidemia equivalente al sida. Supongo que tiene ciertas prevenciones para responder por correo electrónico.

RESPUESTA. Ni la más mínima: es la única forma de que los periodistas no me cambien lo que digo, y ni aun así: me cambian sus preguntas, me cambian mis respuestas, sacan una frase mía de contexto y la ponen de título y quedo como Dios Padre tronando desde el Sinaí, e indefectiblemente, cuando veo mis entrevistas publicadas se me cae la cara de vergüenza. Les tengo más miedo a los entrevistadores que llegan a mi casa con papel y lápiz que a los sicarios de Medellín.

P. El desbarrancadero explora la elocuencia de la enfermedad. 'En cuanto se tiene un padecimiento se tiene una opinión propia', decía Lichtenberg. El hermano del protagonista adquiere una perturbadora lucidez en agonía tras derrochar su vida. ¿Podría comentar algo sobre la expresividad de los enfermos?

R. La vida para mí es una desgracia; en cambio para mi hermano Darío era una fiesta, y en consecuencia se entregó en cuerpo y alma a derrocharla y a quebrar todos los platos y los muebles de la casa. ¡Qué bueno que ya no siga aquí en este horror, qué bueno que se murió!

P. La novela también celebra la juventud y la belleza, no sólo de los muchachos de Medellín, sino de un pasado, si no idílico, al menos muy superior a la realidad actual. Toda su literatura parece venir de esa pérdida. Pero su memoria es vengadora: no busca la evocación nostálgica sin motivos para denostar con brillantez el presente.

R. Ya lo dijo Manrique: todo tiempo pasado fue mejor. En cuanto al mío, lo fue no tanto porque yo fuera entonces un niño o un muchacho siendo que ahora soy un viejo (o casi), sino porque entonces había menos gente; y mientras más gente, peor: el infierno son los demás, dijo Sartre. Sartre el bienaventurado, que se murió cuando éramos tan sólo tres mil millones. Hoy ya pasamos de los seis mil y me siguen contaminando el agua, empuercando el mar y respirando el aire.

P. Se describe como un novelista de primera persona. La voz narrativa suele ser la de alguien muy parecido a Fernando Vallejo. Esto refuerza la impresión de que se trata de un relato autobiográfico, 'verdadero'. ¿Podría comentar algo sobre la novela de tercera persona y la novela de primera persona?

R. Sí, aunque por ahí no va a faltar quien diga que me repito. Durante los últimos doscientos años, la novela (entendiendo por novela la ficción en tercera persona) ha sido el gran género de la literatura. Ya no puede serlo más, ése es un camino recorrido, trillado, y no lleva a ninguna parte. ¿Qué originalidad hay en tomar, por ejemplo, una persona de la vida (o varias armando un híbrido) y cambiarle el nombre dizque para crear un personaje? Yo resolví hablar en nombre propio porque no me puedo meter en las mentes ajenas, al no haberse inventado todavía el lector de pensamientos; ni ando con una grabadora por los cafés y las calles y los cuartos grabando lo que dice el prójimo y metiéndome en las camas y en las conciencias ajenas para contarlo de chismoso en un libro. Balzac y Flaubert eran comadres. Todo lo que escribieron me suena a chisme. A chisme en prosa cocinera.

P. Desde Voltaire, casi nadie había sostenido un mano a mano tan intenso contra el Papa como usted. Christopher Domínguez Michael le compara, a mi modo de ver con razón, con un moralista del XVIII.

R. A Voltaire lo educaron los jesuitas, y a mí los salesianos. Y los jesuitas comparados con los salesianos son unas mansas palomas. Yo conozco lo peor de lo peor. Pero mi polémica no es con este Papa, que al fin de cuentas no es más que un pobre diablo que ya por fortuna se va a morir; mi polémica es con Cristo, uno al que tampoco le dio el alma para entender lo que tenía que entender: que los animales también son nuestro prójimo, y no sólo el hombre, que es el más malo de los animales. Y después de Cristo con Mahoma, esa bestia reproductora y lujuriosa.

P. Como en Buñuel, en su ateísmo hay algo muy religioso. En La Virgen de los sicarios escribó un furibundo contraevangelio.

R. Los muertos de ese libro hace mucho que están podridos y enterrados y ya los olvidé.

P. Su narrador es un misántropo capaz de ofender con corrosiva ironía a todas las causas de la corrección política. Pero en su trato con los animales es de una piedad franciscana. Lo mismo puede decirse de los recuerdos sobre el padre y de la naturaleza colombiana anterior a los años de la violencia. Se diría que sus preocupaciones más profundas tienen que ver con la ecología.

R. No, los ecologistas son especialmente infames y mentirosos: quieren preservar las especies de esta tierra para el hombre, para que el hombre las disfrute y se las coma. Yo no. Yo pienso muy distinto de ellos: especie que se extingue, especie que deja de sufrir. Que se mueran los perros, que se mueran las vacas, que se mueran las ratas, mis hermanas las ratas, eso es lo que quiero yo.

P. Me parece que ha escrito una refutación de Darwin.

R. Darwin era un impostor. Otro, ya que venimos hablando de papas. Y El origen de las especies, un libro estúpido, feo y mal escrito y por momentos lo único que no podía ser: ¡lamarckiano! Lo publicó ese impostor en 1859, 12 años antes de que Oscar Hertwig descubriera la fecundación del óvulo por el espermatozoide. ¿Cómo uno que no sabe que proviene de un óvulo fecundado por un espermatozoide se puede meter a explicar dizque 'el origen de las especies'? El mecanismo que él propuso, el de la selección natural, es una tautología, una perogrullada, la vuelta del bobo, una explicación que no explica nada. Como la de Dios, que explica todo, ¿pero a Él quién lo entiende? Por supuesto que la evolución es una realidad, para mí tan clara como un día despejado con sol. Pero ésa no la descubrió él, la descubrieron otros: Maupertius, Lamarck, y sin ir más lejos de la familia del santo en cuestión, su abuelo Erasmus Darwin.

P. Recuerdo su conferencia en Cali, hace un par de años. Se iba al día siguiente y dejó la impresión de que esa noche sería peligrosísima para usted. Se lanzó contra todos: la guerrilla de las FARC, los paramilitares, la Iglesia, los narcos, los políticos. ¿Hay remedio para la violencia en Colombia?

R. Colombia es un desastre sin remedio. Máteme a todos los de las FARC, a los paramilitares, los curas, los narcos y los políticos, y el mal sigue: quedan los colombianos.

P. Thomas Bernhard se sirvió de su odio por Austria como de un combustible creativo. Desde hace muchos años vive en México, la capital de la mentira, como la llama, y va con arriesgada frecuencia a Colombia. ¿Se imagina escribiendo desde un entorno plácido o necesita, como Bernhard, el roce con lo que detesta?

R. No he leído a Bernhard pero sé que él insultaba a Austria, su patria, porque la odiaba; yo en cambio insulto a Colombia, la mía, porque la quiero. Y porque la quiero, quiero que se acabe: para que no sufra más.

P. A lo largo de El desbarrancadero dice que nada es tan suicida como pedirle a un taxista que baje el volumen de su radio. Pero cuando su narrador lo hace, sobrevive. Me parece una clave para entender que es un artista de la exageración. También involucra su sentido del humor, como cuando describe a un dandi que va por los barrios miserables dejando caer cubitos de consomé Maggi desde su coche deportivo. Sus efectos cómico-dramáticos le deben mucho a la desmesura. ¿O exagero?

R. Cubitos de consomé y naranjas envenenadas. Y de lo único que me considero artista es de la supervivencia: en un mundo de locos rabiosos llegué a la vejez.

P. Ha escrito dos espléndidas biografías de poetas, una sobre José Asunción Silva y otra sobre Porfirio Barba Jacob. ¿Qué tan importante ha sido la poesía para escribir en prosa?

R. La poesía hay que hacerla en prosa. El verso no tiene razón de ser desde que se inventó la escritura, o sea un poquito después de Homero. Yo escribí las biografías de esos dos poetas colombianos que dices por desocupación. Y respetando la convención literaria que pide que el biógrafo crea en su biografiado, sostuve que eran dos de los más grandes poetas del idioma, pero no. Los versos son sonsonete. Quiero decir los de antes, los que tenían ritmo y rima; en cuanto a los de hoy, son pedacería de frases.

P. Es un pianista más que solvente, ¿con qué compositores encuentra afinidades narrativas?

R. Lo que yo hubiera querido ser en la vida es músico, compositor. Pero como no tenía música en el alma, no me quedó más remedio que dedicarme a esas dos artes menores del cine y la literatura. Gluck y Mozart son lo máximo. Después sigue El Quijote.

P. Desde La isla del tesoro nadie mataba a tantos personajes de forma tan necesaria. También dice que el contacto con la muerte le ha convertido en un autor póstumo. Su ironía parece fundarse en este principio tragicómico: las bromas del que ya está en el más allá. ¿Me comenta algo o estoy loco?

R. Me encanta eso que dice 'de forma tan necesaria'. Es que si no abrimos campo ya no caben más. Hay que ir sacando por un lado para meter por el otro.

P. El final de El desbarrancadero me recuerda mucho al de Almas muertas, de Chéjov, los personajes parten, uno en un taxi letal, otro en una carreta, después de haber levantado inventario de las muertes. Me parece una coincidencia feliz. No sé si la tenía en mente.

R. Lo único que recuerdo de Las almas muertas, de Gógol, es que el protagonista (¿Chichikov?) vendía esclavos muertos sobre el papel, en las escrituras, como si estuvieran vivos; y que la leí en una edición de la editorial Porrúa de México.

P. Le prometió a la Virgen de Guadalupe que ya no haría entrevistas a no ser que ella le ordenara lo contrario. ¿Inscribimos este diálogo en los milagros guadalupanos?

R. Sí, porque dentro de seis días es su fiesta.


Clubdelibros: La primera pregunta que uno se hace es cuánto tienen de autobiográficos sus libros...

Fernando Vallejo: Hombre, esa es una pregunta que se hace siempre todo lector. Si es una novela escrita en tercera persona, y obviamente como un libro de ficción, dice: ¿Cuánto tendrá esto de verdad? Y si, por el contrario, la siente como autobiográfica, se pregunta lo contrario: ¿Cuánto estará inventado y cuánto tendrá de mentira?

Pero eso yo no te lo voy a contestar. Uno saca la literatura de uno mismo.

Clubdelibros: Le pregunto esto porque usted empezó su vida de escritor haciendo biografías.

Fernando Vallejo: Así es. Yo escribí la biografía de Barba Jacob, uno de los grandes poetas de Colombia; después escribí otros libros y con el tiempo terminé escribiendo una segunda biografía, la de José Asunción Silva, el precursor del modernismo, uno de los grandes poetas del idioma.

Pero la biografía es un género muy distinto al otro, al que le ponen la etiqueta de novela y en el cual caben mucho tipo de libros. De todas maneras este que llaman novela es el gran género de la literatura, y lo es desde hace varios siglos, como lo fue antes la epopeya.

La biografía, sin embargo, ha sido un género menor de la literatura, desde Plutarco y Suetonio hasta los modernos. Yo pensé, cuando escribí la biografía de Barba Jacob, que podía hacer de este género menor un gran género literario. Fracasé, no es posible. Será siempre un género menor. Evidentemente, hay buenas biografías y malas biografías. Y existen también novelas biográficas y biografías noveladas. Esas ya no son un género menor, esas son literatura especial.

Clubdelibros: ¿Qué es su obra? ¿Biografía novelada o biografía?

Fernando Vallejo: Todo lo que aparezca en letra de molde, en letra impresa, es verdad, mientras los procedimientos del escritor no digan lo contrario, no revelen que es mentira.

Clubdelibros: Hay dos grandes temas o dos grandes ámbitos en su obra. El primero es Colombia, ese país al que usted trata con tanto dolor, a veces con tanta ira, y que usted abandonó hace 31 años.

Fernando Vallejo: Mira. Yo he vivido fuera de Colombia la mitad de mi vida, y es como si no me hubiera ido. No ha habido día en mi vida en que no haya tenido puesta la cabeza en ella. Colombia, que es el país de mi niñez y de mi juventud, me va a acompañar hasta la muerte.

Vivir en México tanto tiempo me ha permitido descubrir cuánto tenía yo de idioma local en la cabeza, cuánto tenía de colombianismo. Porque el idioma que uno tiene en la cabeza es el idioma local el de su país. Ese tomar distancia del idioma mío, antioqueño más que colombiano, creo que es uno de los grandes servicios que me he hecho a mí mismo, porque me ayudó a tomar distancia de mi idioma local. Eso no quiere decir que uno cuando escriba no puede utilizar localismos, por el contrario. Yo pienso que el gran idioma literario es la lengua escrita con sus procedimientos y vocabulario enormes, pero vivificada por el habla. Y uno puede vivificar este idioma español, común a todos los hispanohablantes, con el idioma regional. Yo creo que ese es el eje de la gran literatura. Ese fue el cálculo que yo me hice.

Clubdelibros: Después de tantos años, usted sigue hablando como colombiano y no como mexicano...

Fernando Vallejo: Yo hablo como colombiano pero con muchos mexicanismos, y hablo de tú, siendo que en mi tierra, Antioquia, se habla de vos, como aquí en Costa Rica.

Clubdelibros: Pero le pregunto por esa amargura con que usted retrata a Colombia, que a uno lo conmueve. Hay una actitud como de odiar ese país que usted tanto quiere y de mostrarlo con toda su violencia y todo su dolor.

Fernando Vallejo: Colombia es una mezcla de muchas cosas, maravillosas y terribles, como es la vida..., como es la vida. Yo he vivido siempre enfermo de nostalgia, pero una nostalgia incurable, porque la Colombia que yo dejé no es la ahora. La Colombia que yo añoro es la de mi niñez y de mi juventud. Esa ya no existe, y la gran mayoría de los que me acompañaron en la vida ya se han muerto. Esa desapareció. Evidentemente que lo que más se parece a esa Colombia es la de ahora, con ser tan distinta.

Muchas veces he pensado venirme a vivir a Costa Rica que se parece al Medellín de cuando yo nací. Aquí hablo de la Costa Rica de mi primer viaje, hace 28 años, cuando San José era una ciudad de unos 300 mil habitantes. Un poco más grande era mi Medellín. Yo estaba hecho para vivir en ciudades así.

Pero mientras Colombia iba cambiando por su lado yo iba cambiando por el mío, entonces nos fuimos alejando cada vez más, y ahora el retorno es imposible, porque yo puedo retornar en el espacio, pero no en el tiempo, porque la máquina para viajar en el tiempo no existe.

Clubdelibros: El otro gran tema que se repite es el del destino humano. Podríamos decir que aquí estamos en el ámbito de lo universal. Es el tema que incluye a la religión y su actitud iconoclasta hacia ella.

Fernando Vallejo: El sentido del hombre en la vida es ninguno. No hay ningún sentido, ni del hombre ni de ningún ser vivo en la tierra, puesto que vamos a muerte y a la nada, a volver a la materia de donde salimos. En cuanto a la religión, ella es muy reciente. Cristo tiene dos mil años, y el ser humano como especie tiene por lo menos siete millones de años. ¿Dónde estaba Dios entonces durante todos esos millones de años en que el hombre estaba sobre la tierra?

Clubdelibros: Usted habla mucho contra la maternidad, contra el matrimonio...

Fernando Vallejo: La opinión que tengo con absoluta claridad ahora, cuando ya voy de salida de todo, es que nadie tiene derecho a imponer la existencia, que tener hijos es el crimen máximo, nadie tiene derecho a sacar al que no lo está pidiendo de la paz de la nada.

Segundo, que vivimos en la infamia, comiéndonos a nuestro prójimo, que son los animales. Eso nunca lo dijo Cristo. Cristo nunca calificó a los animales como nuestro prójimo, y yo creo que todo el que tiene un sistema nervioso para sentir y sufrir es nuestro prójimo.

Clubdelibros: Esa actitud hacia la Iglesia Católica que vemos en su literatura, ¿usted la comparte en su vida personal?

Fernando Vallejo: Lo que yo digo lo digo con palabras muy claras. Pero yo no escribo para sostener tesis. Si ese fuera el caso escribiría ensayos, y no novelas. Yo en mis libros no sostengo tesis. Si algo trasciende de lo que allí digo es otra cosa. Yo nunca he escrito libros para sostener la tesis de que no hay que tener hijos. He escrito libros que muestran que la vida es terrible en la mejor de las circunstancias, con dinero, con salud, con educación.

Clubdelibros: ¿Hay una intención moral en su literatura?

Fernando Vallejo: Yo no tengo intenciones en la literatura. Cuando escribo no lo pienso así. Pero sí es moral lo que yo te estoy diciendo. Lo que te acabo de decir es una tesis moral y no pragmática. No se trata de que haya menos gente porque el planeta está superpoblado, no. Voy más allá de eso: lo que digo es que no hay derecho a reproducirse, no por razones de conveniencia, utilitaristas o ecologistas, sino por razones morales, que son más profundas.

Clubdelibros: Uno siente en toda su obra la crueldad de ese ser humano subhumano, pero que de pronto es capaz de actuar con una ternura y una compasión que sorprenden...

Fernando Vallejo: Entre los seres humanos tú encuentras santos, gente buena y bondadosa, gente de alma grande. La mayoría no tiene por qué serlo así. Lo mismo pasa en todas las especies animales. Hay perros de perros; hay perros malos y perros buenos. Tal vez la diferencia es que la mayoría de los perros son buenos, y no podemos decir lo mismo de los seres humanos.

Tú la bondad y la santidad la encuentras en el ser humano, pero eso no le da algún sentido a la vida, ni es razón para producir más santos de estos.

Clubdelibros: Usted ha dicho que se retira de la literatura. ¿A qué se va a dedicar entonces?

Fernando Vallejo: Yo la vida le he ido llenando paso a paso y tengo proyectos siempre a muy corto término. La vida mía es un vacío muy grande, que yo la llené escribiendo mucho tiempo.

¿Cómo la voy a llenar ahora? Tengo proyectos para unos cuantos meses más, para escribir unos libros sobre física, donde sostengo que la gravedad y la luz no son comprensibles, y los que nos están dando a entender con ecuaciones matemáticas que las entendieron, como Newton, Einstein y los físicos de la física cuántica, son unos impostores.

El hombre produce grandes impostores. Los de la política y la religión son muy fáciles de desenmascarar. Pero es muy difícil desenmascarar a estos físicos, porque están ocultos por la impostura matemática, construida con un signo de igual que se usa abusivamente en ecuaciones que equiparan el lado izquierdo y el lado derecho como cuando decimos: "2+1=3". Entonces ellos dicen: "Materia = energía por velocidad de la luz al cuadrado", y creen que así están explicando algo, pero lo que hacen es usar ese signo de igualdad de una manera indebida.


Clubdelibros. Se retira usted de la literatura en el momento cumbre, cuando se ha convertido en una celebridad. ¿Por qué se retira?

Fernando Vallejo: Mira, yo estoy escribiendo el libro de mi muerte, en sentido estricto y en sentido figurado. Ya siento que se está acabando mi programa.

En cuanto a la literatura, no tengo nada más que decir, ni ganas de decir nada más. Este libro que estoy terminando ahora, y que se llama La rambla paralela, será lo último que yo escriba de literatura. Escribiré, pero ensayos de otras cosas. Pero no voy a repetirme, no tengo que repetirme... Además, el que se muere ya no vuelve a escribir.

Clubdelibros: Me sorprende que usted no lea...

Fernando Vallejo: Yo no leo literatura, pero sí leo libros científicos...

Clubdelibros: Me refiero a literatura.

Fernando Vallejo: Literatura no leo. De niño sí era muy buen lector y leí infinidad de libros; me leí toda la biblioteca que la gente llamaba piloto, sobre todo las novelas. Cuando comencé a escribir, dejó de interesarme lo que los otros me tenían que contar. Primero que nada porque ellos comenzaron a ser más jóvenes que yo, habían vivido menos que yo. Era yo el que tenía que contarles cosas a ellos. Los más viejos, ya los había leído y siento que no me van a hacer ningún descubrimiento. Además todos los libros en lengua española están muy mal escritos. La mayoría de los escritores de este idioma no saben escribir.

Clubdelibros: ¿Qué siente usted por su literatura, por ese cúmulo de páginas que usted ha escrito?

Fernando Vallejo: Yo me siento como Lot huyendo de Sodoma y Gomorra y con la prohibición de Dios de no volver la vista atrás. Nunca leo lo que escribo y me tiene sin cuidado lo que se haya dicho.

Me sirvió para los fines que me propuse, que eran estos: llenar el tiempo vacío, y ayudarme a olvidar, porque me he hecho la ilusión de que lo que yo paso al papel lo borro de la memoria. No es así, pero es en gran parte así. Sería muy bueno que tuviéramos en la cabeza un borrador de recuerdos como el que tienen las grabadoras, para borrar tanta basura, porque cuando uno ha acumulado muchas cosas la maquinaria se atasca. A mí los libros que he escrito me han servido para llenar el tiempo y para borrar recuerdos. Y una razón más por la que escribo: para molestar a los hipócritas.

Clubdelibros: Usted fue también director de cine. ¿Le interesa todavía el cine?

Fernando Vallejo: El cine para mí es nada más un embeleco y una novelería del siglo XX. No es un arte como se pretendió ni es un gran lenguaje, como se dijo. Es un lenguaje infinitamente limitado. Eso de que, como dice el proverbio chino, una imagen vale por mil palabras, es falso. Al contrario, las palabras no son traducibles en imágenes. ¿Cómo vas a decir "eternidad" en imágenes? En cine, salvo que pongas un letrero, tienes que hacer maroma y media para dar a entender que ha pasado una semana o un mes. El gran lenguaje del hombre es la palabra, que es además la que nos distingue de los animales.

La literatura, al lado del cine, es un gran arte. Y al lado de la música es un arte menor...

Clubdelibros: Ah, que usted también es músico...

Fernando Vallejo: Lo intenté, y toco algo el piano. Pero nunca pude componer, que es lo que me hubiera gustado.





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