Sólo contra todos

Si Charles Bukowski, Henri Miller, Jean-Paul Sartre, Albert Camus y tal vez Fiedrich Nietsche y Charles Baudelaire, hubieran escrito conjuntamente La Odisea, el Ulises resultante se parecería mucho a este carnicero al que la vida, la sociedad, hasta cierto punto el azar y, sobre todo, su propia conciencia del mundo y los valores que lo rigen le transportan a un viaje agotador en lo físico y enriquecedor aunque degenerativo en lo emocional. Un carnicero dibujado con el desencanto, la rabia, el existencialismo, el nihilismo, la desesperanza, la transgresión, la pulsión y el tono torrencialmente apocalíptico que la unión de todos ellos le hubiera conferido. Así de rico e inabarcable es Solo contra todos, primer largometraje del polémico Gaspar Noe, que, aunque de tapadillo, la edita ahora la FNAC en formato DVD.



Solo contra todos podría considerarse, por lo tanto, como una versión postmoderna del relato de Homero y una digna evolución del monumental tratado sobre la modernidad de Joyce. Podría considerarse así, y sin embargo no es más que un eslabón en la cadena creativa del director francés de origen argentino Gaspar Noe. Un eslabón que se engarza por detrás con el demoledor mediometraje Carne (y éste con su cortometraje Sodomitas) y por delante con esa clarividente obra maestra sobre la irritante fugacidad del tiempo y sus consecuencias que es Irreversible (película que empieza o acaba, según como, recogiendo los restos del carnicero protagonista de esta Solo contra todos). Se trata de una cadena cuyo hilo conductor es la coherencia formal y discursiva (y sí, la transgresión y la provocación que tanto molestan por ahí también pueden considerarse marca de estilo; también son causa y efecto de esa apuesta por la coherencia y la honestidad creativa. Aunque no se trate de sólo de eso, ni mucho menos). Un discurso en el que conceptos como la irreversibilidad del tiempo, y por lo tanto de los actos, y el continuo y amenazante diálogo con el espectador, al que Noe (y vaya si molesta esto) le obliga a replantearse continuamente sus valores, los valores impuestos por una sociedad que carece por completo de ellos, son las piedras angulares.

Solo contra todos es una película frontal, sin concesiones, sin respiro, clarividente, rompedora, provocativa, arriesgada, malhumorada: tanto como una pistola apuntando a la sien. No en vano trata, y de qué forma tan valiente y directa, temas fundamentales de esta sociedad tan postmoderna que nos hemos labrado: la moral (que, o es individual o no es); la justicia (¿Cuántos no la aplicaríamos por nuestra cuenta en determinadas circunstancias?); la dignidad (¡tan cara!: vivir es un acto egoísta. Sobrevivir un acto genético, se dice en la película); los actos (y sus, a menudo, dolorosas consecuencias); y, por supuesto, el tiempo (insoportablemente irreversible). Y lo hace con una puesta en escena tan seca, directa y visceral, que hasta las ráfagas de artificiosidad golpean directo al estómago.

Ah, se me olvidaba. Una llamada de atención a los enemigos acérrimos de la voz en off: una de ellas atraviesa el relato de principio a fin, y hasta tal punto está presente que los diálogos desaparecen casi por completo. Una voz en off que se convierte en el eje sobre el que gira la narración, porque responde a una voz interior, al hipotético diálogo del protagonista, no consigo mismo, sino con toda una sociedad, con todo aquel que le quiera escuchar. Una voz que responde a la lucha del carnicero contra el mundo, como reza el título: solo contra todos. Se trata de la expresión de su furia, de su profunda filosofía de a pie, de su moral, de su desesperada búsqueda de una justicia que se cree con derecho a aplicar, de su lucha por la dignidad perdida. Una voz, en fin, que es expresión del irreversible y doloroso paso del tiempo.

Todo esto está en una película como Solo contra todos. Eso sí, para encontrarlo y comprender el alcance del discurso fílmico de Gaspar Noe, es necesario aproximarse a la película con amplitud de miras, sin actitudes maniqueas y superando prejuicios, porque bajo la apariencia de obra fascista y mucho más allá de la angustiosa superficie por la que transita un carnicero asesino, homófono, racista, sociópata e incestuoso, hay toda una compleja reflexión sobre la sociedad y sus valores, y sobre los mecanismos por los que el cine se puede aproximar a ellos.

Por: Carlos Balbuena [contrapicado.net]

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